Para saber si un automotor es de Michoacán , más específicamente de Morelia, no es solo con las placas que nos recetó el gobernador Ramírez Bedolla, ni con logotipos de Catedral o con imágenes del Acueducto, del jardín dedicado a Morelos, del jardín de Las Rosas, nada de esto porque desde hace algunos años hay otro distintivo muy propio, muy nuestro, que ya es una tradición: Las abolladuras que traen todo tipo de vehículos a causa de los postes de concreto y fiero, llamados Bolardos viales o de seguridad, que un gobierno municipal en turno puso (los de ahora siguen poniendo) en cada esquina, en cada cuadra, en cada jardín o plazuela, el lugar es lo de menos, y que han causado golpes tras golpes a las unidades motoras y sobre todo han golpeado la cartera de sus cansados dueños .
¿A qué genio se le ocurrió semejante barbaridad? O ¿qué tan grande era la necesidad de los funcionarios implicados en su autorización que se flotaron las manos por el diezmo que quizá obtuvieron de la compra de esos adefesios, que por cierto se cuentan en centenares o hasta en millares por toda la capital michoacana?
Si estaban en ese plan, si alguien le cantó al oído sobre las “ventajas” de dichos pilotes, pues los hubieran mandado hacer un poco más altos porque si alguien va en reversa, da vuelta o hace cualquier maniobra común ni de chiste los alcanzan a ver y el impacto en cualquier esquina del auto, en un faro, en la puerta, donde caiga, no se hace esperar y por supuesto el recordatorio familiar para los responsables del municipio sale a relucir.
Es posible que algunos lectores de otras ciudades o estados no tengan idea de lo que estamos planteando y los felicitamos, porque significa que por sus rumbos no tienen los inconscientes, incapaces o insensibles expertos en ingeniería vial ni jefes que los avalan, quienes se han justificado diciendo que es una forma de planeación moderna y hasta vistosa a favor de la ciudad, todo con tal de argumentar el gasto innecesario que realizaron y siguen
realizando.
Varias son las causas de accidentes en Morelia, según las estadísticas: excesos de velocidad, estrés , desconocimiento de los reglamentos de tránsito, consumo de bebidas alcohólicas, fallas mecánicas; situaciones más que lamentables, pero poco interés se le ha dado a los mini golpes que las unidades automotrices recienten al momento de dar una
vuelta, de estacionarse, de incorporarse a una lateral, a un acotamiento o de hacer una maniobra necesaria en una plazuela porque el golpe , si no se tiene destreza o aunque se tenga, estará rondando en el ambiente.
La verdad no comprendemos la planeación de los ingenieros de movilidad y/o vialidad ya que los peligrosos postes están listos para recibir el bombazo porque se sufre para esquivarlos, porque hay puntos ciegos en el manejo y cuando menos se espera ya se escucha el golpe y por supuesto las abolladuras hacen su aparición, sin dejar de lado que
muchos faros también salen dañados.
Comprendemos que se requiere extremar precauciones al momento de hacer cualquier giro o movimiento en la conducción de automotores, que se requiere cuidar a los peatones, que es muy costoso para el municipio reparar cualquier daño que se pueda hacer a las banquetas, a los acotamientos o a cualquier espacio público por donde se circula, pero ¿dónde queda la tranquilidad y la paz de los conductores?
Es un triunfo, un milagro, sortear los fantasmas metálicos que por obra y gracia de las autoridades municipales se encuentran por doquier, cómo estarán las cosas que son más temidos esos tubos permanentes que cualquier agente de tránsito o cualquier motociclista.
No se vale.
Son cientos de voces, de todas las edades y géneros que han expresado su inconformidad por los tan mencionados postes de seguridad, los hemos escuchado en programas de radio, de televisión local, en mesas de análisis, en diferentes periódicos, en las mesas del café, en reuniones familiares, pero hacen caso omiso a tal reclamo, podemos apostar que al menos un miembro de cada hogar moreliano ha vivido la penosa y molesta experiencia, por eso
ratificamos, si en verdad el presidente municipal y todo su equipo, desean una ovación , si anhelan reconocimiento y ser apreciados como funcionarios deben replantear, entre otras cosas prioritarias, la pertinencia de esos monigotes de fierro que inundan la ciudad de las canteras rosas, ya que, a pesar de estar colocados fuera del arroyo vehicular, no solo dañan el patrimonio de los morelianos sino también de los turistas .
Vivilladas les recuerda a los amigos visitantes que Morelia los recibe con los brazos abiertos, con los semáforos nunca sincronizados, con los autos abollados y los choferes más que encabritados. Hay una a esperanza: no tardarán mucho las campañas políticas y los milagros pueden existir, los sordos oirán y los ciegos verán la luz de nuevo.