El impacto de la violencia en Queréndaro, Michoacán, se ha hecho palpable con la reciente suspensión de la tradicional Feria del Chile, un evento que desde 2002 ha sido un pilar económico y social para la región. Lo que comenzó como una iniciativa de productores locales para celebrar su herencia agrícola, se ha visto paralizado por la creciente inseguridad que aqueja a la zona.


La cancelación del evento ha generado un profundo golpe económico que afecta a todos. Como señalan los propios pobladores, el problema no radica en cuotas o cobro de piso a la gente, sino en el ambiente de violencia que ha ahuyentado a los turistas y visitantes. El turismo, que representaba una fuente vital de ingresos para comerciantes y productores, ha desaparecido casi por completo.
Un vendedor de tacos, Alex, a la entrada del municipio, lo resume de forma contundente: “simplemente aquí ya el turismo ya no viene, la gente está espantada de tanta violencia”. La falta de movimiento se siente en cada rincón, desde los pequeños comercios hasta los productores que se preparaban para la feria.



Una productora de mole, que prefiere no dar su nombre, expresa con tristeza: “No hay movimiento, la gente ya no se para, se va de paso y eso nos está afectando mucho a todos”.
La Feria del Chile no solo era un motor económico, sino también un evento que fortalecía el tejido social de Queréndaro. La cancelación afectó a todos, desde los paisanos que no llegaron en diciembre para el evento, hasta los visitantes del Estado de México y otros lugares que asistían a las cabalgatas y actividades de la feria.
En medio de este panorama, los pobladores han mostrado resiliencia. Las moleras que iban a participar en la feria han empezado a recibir pedidos desde Morelia y de migrantes en Estados Unidos, quienes buscan solidarizarse con el pueblo. Aunque el ambiente durante el día es tranquilo, el temor persiste, y la gente pide una oportunidad para seguir trabajando y mostrando su riqueza cultural. Como dice Alex, “en el día pues pueden venir, probar los tacos, a probar el mole de todos modos porque ya todos nos quedamos con nuestra vendimia y no es justo”.
El panorama en Queréndaro refleja cómo la inseguridad puede erosionar la economía y las tradiciones de una comunidad, dejando a sus habitantes con la incertidumbre del futuro, pero con la esperanza de que la situación mejore.
Pese al duro golpe, la esperanza no se desvanece por completo. Autoridades, productores y comerciantes se aferran a la posibilidad de que, al igual que en 2023, la feria pueda ser reprogramada para el mes de octubre, una fecha en la que históricamente han logrado sortear desafíos y reafirmar la tradición que define a este pueblo.















