Cuando las campanas marcaron las seis de la tarde este 23 de diciembre, el aire frío del invierno en Chucándiro se entibió con el calor de una fiesta inesperada. No fue una procesión común; fue el estallido de la primera caravana navideña encabezada por el polémico, pero siempre generoso Padre Alfredo Gallegos, mejor conocido como el “Padre Pistolas”.
La algarabía comenzó puntual. Al frente, las icónicas calandrias del sacerdote no transportaban solo adornos, sino la ilusión de un pueblo entero. Entre luces de colores y cánticos, aparecieron personajes que parecen sacados de un cuento: un Santa Claus de carcajada sonora, un Grinch que esta vez no buscaba robarse la Navidad sino repartir abrazos, elfos juguetones y un reno que guiaba el camino.



Sin duda, la estrella que se robó los suspiros de los asistentes fue “Filemón”, el burrito habitante del refugio del Padre, quien elegantemente enganchado a una de las calandrias, caminó con paso firme contagiando la ternura propia del pesebre de Belén.
Lo que hizo vibrar el corazón de los habitantes fue el origen de esta fiesta. Cada juguete entregado y cada dulce que endulzó la tarde fue fruto de la solidaridad. Amigos, comerciantes locales y los propios trabajadores de la parroquia sumaron esfuerzos con el Padre Gallegos para demostrar que, en Chucándiro, nadie se queda con las manos vacías.
“Es ver la sonrisa de los niños lo que nos mueve. Queremos que esta sea solo la primera de muchas”, comentó el Padre entre la multitud, mientras saludaba a los fieles que salían a los portales de sus casas para ser parte del festejo.
La jornada cerró con las calles principales inundadas de papel picado, luces brillantes y el eco de las risas de chicos y grandes. Con el éxito de esta primera edición, el Padre Pistolas selló un compromiso con su gente: mejorar la caravana año con año, convirtiéndola en un legado de unión y esperanza para Michoacán.










