Con profundo misticismo, el Señor de Araró regresó a su santuario en San Buenaventura de las Aguas Calientes de Ararón, donde miles de feligreses lo recibieron entre vivas y cantos.
El arzobispo auxiliar de Morelia, Monseñor Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, encabezó la ceremonia litúrgica en la que los “guardines” le colocaron, a la divina imagen, las reliquias que tienen un alto simbolismo para el pueblo católico.
Los faroleros, encargados del traslado del Cristo, reciben su encargo de padres a hijos; es una herencia que suma más de seis generaciones. Son ellos los que con su luz alumbran el camino de regreso a casa. El amarillo de las flores con que son adornadas las calles tienen los mismos propósitos.
Música de banda, castillos, tapetes de aserrín, danzas, cantos y plegarias conceden a esta fiesta religiosa la etiqueta der ser una de las más grandes de Michoacán, pues confluyen cientos de migrantes radicados en el vecino país del norte, principalmente de Chicago y California, así como miles de feligreses de los estados de México, Guanajuato, Querétaro y Tlaxcala.
El pueblo entero vive una auténtica romería en espera del regreso del Santo Patrono, que cada año durante cumple una estancia de 50 días en Zinapécuaro, donde es adorado en el templo de San Pedro y San Pablo.
La ascensión guarda una especial espiritualidad desde su llegada al pueblo salinero de San Nicolás Simirao (Tzimirao), que desde tiempos precolombinos ha sido considerado como un lugar sagrado, lo mismo que la visita que la imagen hace a campo santo.
Se trata de una tradición y una fiesta religiosa que contagia a propios y extraños. ¡Viva cristo Rey!