Se comete un error si se cree que la derrota electoral de D. Trump es, sin más, la derrota del populismo. En todo caso es el traspié de uno de los personajes políticos más icónicos de la oleada populista que viven varias naciones del mundo.
No debiera olvidarse que los populismos emergieron bajo condiciones políticas singulares. Que el descredito de los regímenes democráticos, bastante bien medido a través de estudios de opinión pública, estaba ahí desde mediados de la década de los 90’s del siglo pasado. Que la confianza de los ciudadanos en la democracia se fue deteriorando paulatinamente sin que los sistemas de partidos de los países afectados, hicieran poco o nada para reposicionar el discurso de la institucionalidad democrática.
Existe una responsabilidad directa, que no puede omitirse, de parte de las élites políticas y sus partidos en todo el mundo, quienes a pesar de estar advertidos del hartazgo ciudadano, menospreciaron las posibilidades políticas de los populistas y la magnitud de la inconformidad y no corrigieron el rumbo: valores y prácticas. Se habían ensoberbecido tanto que juzgaron como secundario el riesgo de que personajes con discursos de odio, atrabiliarios, ególatras y tiránicos fueran votados mayoritariamente para hacerse cargo, a su modo, de la conducción de naciones.
Al menos hubo una advertencia de esa inconformidad, que le reventó en la cara a las democracias de naciones muy destacadas, en junio de 2016 cuando los ciudadanos del Reino Unido y Gibraltar votaron mayoritariamente en el Referéndum para abandonar la Unión Europea. El referéndum resumía un nuevo estado de ánimo que contenía parte de las creencias que fueron tomadas como credo por los liderazgos populistas que venían abriéndose camino para conquistar el poder.
No obstante la convulsión política global del Brexit los regímenes democráticos no tuvieron el tino autocrítico para reconocer que la confianza en la democracia estaba desgarrada y que era urgente corregir las causas de la distancia entre ciudadanos y políticos gobernantes para lograr una democracia de resultados tangibles ante la percepción de los electores.
Por eso la derrota electoral de D. Trump puede tratarse de una simple circunstancia secundaria en el avance de la ola populista mundial. Y es que el problema no es Trump. Políticos como él abundan en el mundo. El problema de fondo son las condiciones que han permitido que personajes del talante de Trump, Jair Bolsonaro, Erdogan, Obrador, Giuseppe Conte, Boris Johnson, se hagan del poder con el respaldo mayoritario de los ciudadanos.
Las democracias modernas necesitan replantearse. Esa es la cuestión. Es un esfuerzo que deben hacer con urgencia los sistemas democráticos de todo el mundo, de tal manera que vuelva a recuperarse la confianza en ellas. Si no ocurre este esfuerzo los populismos van a seguir barriendo las instituciones hasta ahora construidas para generar sistemas tiranizados, alimentados por el odio, el fanatismo, la credulidad, la intolerancia y el maniqueísmo obtuso, con resultados nada alentadores para la convivencia local y mundial.
Mientras las maneras en cómo se práctica eso que llamamos democracia y los resultados que los gobiernos electos por este medio logran realizar sigan siendo cuestionados y la corrupción y la ineficacia de los gobiernos sean los distintivos, seguirán nutriéndose las opciones populistas.
La victoria que los ciudadanos estadounidenses le otorgaron a Joe Baiden, por ser tan cerrada en término de votos populares, debe pensarse como una oportunidad para que el relato de la democracia, como la mejor forma de gobierno, demuestre con resultados que sigue viva y que vale la pena votarla para fortalecer su institucionalidad.
La importancia de Estados Unidos en todo el mundo hará sentir su influencia en la recuperación de la narrativa democrática frente a la narrativa populista y podría con el triunfo de Biden, representar un aliento para el cuestionamiento exitoso de los populismos. Pero si la falta de resultados y el escándalo siguen caracterizando a los gobiernos que se asumen democráticos la tendencia populista seguirá aún. Y a ello le apuestan este tipo de líderes.