“Sólo seremos fuertes y felices cuando nos mantengamos unidos” – Melchor Ocampo.
Primeramente, recordemos que la fiesta de los “Reyes Magos” o “Epifanía”, se refiere al sentido de que Dios se revela y se da a conocer, y se celebra cada 6 de enero en mundo occidental. Primeramente, el vocablo “Mago” se refiere a los hombres sabios. Retomando el Evangelio de Mateo dice: “Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”. De ahí, se afirma que el hecho de que la estrella los guiará, los “Reyes Magos” sabían astrología y con ello, el cálculo del tiempo a través de las configuraciones estelares. En el siglo III, el escritor Orígenes propuso que fueran tres “Reyes” por los dones ofrecidos al niño: oro, incienso y mirra. En la Edad Media ya fueron venerados como santos y el historiador del Siglo IX, Agnello, les designó los tres nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar. Actualmente, como hace siglos, la representación de los “Reyes Mayos” venerando a Jesús, es una de las escenas favoritas para el arte y en templos, hogares e instituciones forma parte de la decoración navideña y del clásico Nacimiento.
Hoy México, Michoacán y Contepec recordamos a uno de los hombres más emblemáticos de nuestra historia. Porque celebramos, al personaje que ignoro a las multitudes que clamaban sangre, y prefirió promover la sabiduría, difundir la justicia, maravillarse con los libros, luchar por sus ideales, predicar la paz, difundir el altruismo y proponer al desarrollo, como eje fundamental para el progreso de todo pueblo y nación, convirtiéndose en el “Rey Mago” de la época de la Reforma en México. Porque, fue un poderoso hacendado y reconocido político, que donó su “oro”, inclusive perdió parte de sus bienes y fortuna al ser benefactor de numerosas obras, un científico y sabio michoacano, que trasformó al país en el siglo XIX, al idear leyes para consolidar al estado mexicano.
Primeramente, el ilustre Melchor Ocampo nació, según la tradición, el 6 de enero de 1814 en la Hacienda de Pateo. Doña Francisca Xaviera Tapia, la dueña, lo protegió y le heredó Pateo. Estudió en el Seminario de Valladolid, hoy Morelia, después, en 1831 ingresó a la Universidad de México para estudiar Derecho. Se graduó pero nunca ejerció la abogacía. Pues, destinó su vida a las ciencias, política, filosofía y a las buenas obras. Viajó por Europa, aprendiendo nuevas técnicas agrícolas y trayendo frutos para sembrar. El nativo de Pateo fue un científico por vocación que creó un remedio contra la rabia, estudió cometas y el cauce del río que atraviesa esas tierras, hoy río Lerma, convirtiéndose así en el primer naturalista en testificar el paso de ese caudal. Fue un hombre, que supo equilibrar su gran trayectoria política nacional, con su labor de filantropía.
Ejerció diversos cargos públicos. Fue diputado al Congreso en 1842, fue gobernador de Michoacán en 1847 y 1852. Entre sus logros destacaron la restauración del Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo y fundó escuelas en el Estado. Desterrado, por el presidente Antonio López de Santa Anna, en 1854, Don Melchor Ocampo conoció a Benito Juárez. Juntos planearon la caída del dictador y la reforma del Estado. Su misión era clara: consolidar al Estado nacional, entendido como el Estado liberal de derecho. De tal forma, que alentaron la separación entre Iglesia y Estado, promovieron la libertad de cultos e impulsaron educación laica.
A su regreso a nuestro país, Ocampo, nuevamente fue diputado y fue presidente de los debates para para redacción de la nueva Constitución de México en 1857. De ahí, que Don Melchor unificó estas tierras y dio la legalidad a la nueva conformación de nuestro Estado, una vez promulgada la carta magna. Así Contepec perteneció a Michoacán, conformándose por el territorio de su amado Pateo. Posteriormente, fungió como Ministro de Relaciones Exteriores, en los gobiernos nacionales tanto de Juan Álvarez como de Benito Juárez. Su mayor éxito sería en 1859, cuando participó en la redacción de las Leyes de Reforma, que fueron promulgadas el 7 de julio de ese mismo año, como lo fue la Ley del Matrimonio Civil, que dentro de su texto, incluiría su famosa epístola. Con esos resultados, el ilustre Don Melchor Ocampo, se retiraría de la vida pública, para continuar sus estudios en Pateo.
El Licenciado Melchor Ocampo fue hecho prisionero y asesinado el 3 de junio de 1861, por órdenes de Leonardo Márquez y Félix Zuloaga, siendo fusilado en Tepeji del Río, del hoy Estado de Hidalgo, decretando para la eternidad, antes de ser injustamente acribillado: “…Muero creyendo que he hecho por el servicio de mi país cuanto he creído en consecuencia que era bueno…”. Tiempo después, sus restos fueron rescatados y sepultado con honores en la Rotonda de los Hombres Ilustres de la Ciudad de México. Inmediatamente, lo declararon Benemérito del Estado, desde entonces oficialmente somos “Michoacán de Ocampo”. Prontamente, también lo declararían Benemérito de la Patria.
Justamente a doscientos ocho años de su natalicio, es imprescindible recordar la ejemplar vida y distinguida trayectoria del hombre más ilustre de Michoacán, que orgullosamente amó, estudió y habitó la tierra de Pateo. Su legado nos sigue protegiendo a través de sus leyes de alma liberal. Su filosofía sigue rigiendo al estado mexicano. Hoy como nunca, debemos aplaudir, respetar y presumir el orgullo de habitar la tierra natal del abogado de profesión y científico de vocación, que con su labor e ideas, transformó a México en la época de la Reforma.
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