Asegura Lucrecia Pablo, que el trabajo del artesano sigue sin ser valorado

Lucrecia Pablo Valencia, es artesana originaria de la comunidad de Ichán, perteneciente a la Cañada de los Once Pueblos, aprendió de sus abuelos y sus padres a trabajar con sus manos, elaborar inicialmente vasijas de barro, platos, tarros, tasas, ollas entre algunos otros que por la fuerte competencia le dejaron de ser redituables, más aún por el intermediarismo que pagaba sus productos a costos nada convencionales, ni siquiera para comprar más material.

Su espíritu emprendedor, le dio la idea de seguir independiente, pero convertirse en errante, por lo que se instala en las plazas de los diferentes municipios, en los que le dan permiso para poder ofertar sus piezas, las que hoy elabora a base de yeso, imágenes de la Virgen de Guadalupe, además de alcancías con figuras de animales, que son las que tienen mayor demanda.

Encuentro de Michoacán, la abordó en Tarímbaro, donde dio a conocer que para evitar el constante traslado y el daño a las piezas, en Morelia rentó un pequeño cuarto que utiliza como almacén en el que también se queda a dormir junto con una de sus hijas, para evitar el diario ir y venir a su tierra, Ichán.

Se ha convertido en conocedora de municipios como Charo, Indaparapeo, Queréndaro, Alvaro Obregón, Zinapécuaro, entre otros que es donde consigue los respectivos permisos para poder ofrecer sus mercancías, e insistió que lo que más logra vender son las alcancías, que a diferencia de los intermediarios, quienes le compran no dejan de lado el famoso regateo.

Y aunque las ganancias son mínimas, Lucrecia asegura que no le va tan mal como cuando tenía que regalar su trabajo a quienes le compraban por mayoreo y muy mal pagado, sigue sin ser suficiente, pues lamentó que el trabajo de los artesanos michoacanos es mal reconocido.