El coche negro le cerró el pasó antes de que pudiera poner en marcha su camioneta. De él bajo un hombre delgado, de mediana estatura, de tes morena y cabello lacio. En sus manos llevaba un rifle de asalto ak-47. Lo apuntó a la cara del activista ambiental.
—¡Bájate, hijo de la chingada porque te voy a matar!
Una camioneta blanca con vidrios polarizados se puso al costado de Javier para impedirle el escape.
— ¡Este es el del grupito, es el bueno, es al que nos vamos a levantar ahorita! Es uno de los pinches ambientalistas que siempre andan chingando por allá abajo. —Les explicó.
El hombre delgado, vestido de civil, con el rifle en la mano se dirigió a los cuatro que iban en la camioneta, quienes atentos asomaban los ojos y la punta de los rifles a través de una rendija de los cristales oscuros, y remató: —¡Este grupito de pendejos, uno a uno van a ir cayendo!
A Javier el ambientalista lo salvó la casualidad o la pura suerte. Un poblador que participa en los comités de defensa ambiental de Madero se percató de la escena y atravesó su vehículo impidiendo la operación de los delincuentes. Su familia que salía de la tienda con más pobladores frustró el secuestro o el asesinato, o tal vez ambas cosas.
El hombre delgado del coche negro, que conforme a la denuncia interpuesta en la Fiscalía se desempeña como policía en Madero, corrió a su vehículo a guardar el arma y maniobrar para salir del atasco. La camioneta blanca pudo salvar el bloqueo y se fue hacia la Parrita en el camino a Etúcuaro, según se supo más tarde, a esperar a que Javier pasara por ahí para cazarlo.
De este secuestro frustrado tuvo conocimiento la policía municipal y la Fiscalía del Estado. La Fiscalía envió un documento a la Dirección de Seguridad Pública de Madero pidiéndole resguardar la vida de Javier y la de su familia.
Este incidente criminal tiene el mismo contexto que el ocurrido hace once meses cuando gente armada secuestró al también ambientalista Guillermo Saucedo Gamiño a unos cuantos metros de la estación de policía.
El contexto es preciso: se trata de luchadores ambientales que en los últimos meses han organizado en comités de defensa ambiental a los pobladores de las comunidades de Lomas del Saus, Son José de las Sidras, Zangarro, Terrenate y Parritas, para la defensa de bosques y manantiales. Es una causa que ha denunciado la tala ilegal, el cambio de uso de suelo, la apropiación indebida de aguas y la expansión al margen de la ley de los cultivos aguacateros.
Parece ser que a alguien no les gusta la organización de los ciudadanos y mucho menos que denuncien la arbitrariedad ambiental.
Hace una semana en esta misma columna señalamos que, ante el negacionismo gubernamental del papel de la delincuencia organizada en el fabulosos negocio aguacatero, los delincuentes, “sin embargo, ahí están”. ¡Y, efectivamente, están ahí!
Las instituciones correspondientes tienen el deber constitucional de proteger la vida de los ciudadanos, en este caso de manera extraordinaria de los ambientalistas de Madero, que, por las evidencias ocurridas, siguen estando en la mira del crimen. Debe investigarse a fondo para identificar a los responsables y aplicarles la ley. Hace casi un año del secuestro de Guillermo Saucedo Gamiño y no hay ningún imputado; es decir, pareciera que les están otorgando patente de impunidad.
El incidente de secuestro, relacionado con la ola de expansión aguacatera y la tala ilegal en la zona, en la cual tienen injerencia los grupos criminales, que entre otras tareas cumplen con proteger a los capitales de taladores ilegales y aguacateros que se expanden al margen de la ley, confirma la vulnerabilidad de los ciudadanos que se atreven a levantar la voz en defensa de bosques y aguas.
El menosprecio en materia de política pública con que los gobiernos están abordando la crisis climática y los derechos ambientales de los mexicanos está mandando un mensaje ominoso a los criminales quienes asumen que los activistas ambientales somos ciudadanos de tercera y personajes que bastante molestan al sacrosanto negocio del aguacate ilegal y al tráfico también ilegal de madera.
La expansión aguacatera de los últimos 25 años (aniversario que gustosa celebra con dosis elevadas de blanqueador de imagen la Apeam), ha dejado lamentables daños “colaterales” que ponen entredicho el adjetivo de “exitoso”.
En ese tiempo la expansión aguacatera ha sido factor importante en la pérdida del 68 % de nuestros bosques michoacanos pues hemos pasado de 3 millones a 1 millón 182 mil hectáreas; también es daño “colateral” la apropiación ilegal de aguas y el deterioro del derecho de los pueblos para acceder a ella; como daño “colateral” es la presencia del crimen organizando apadrinando, expoliando, extorsionando, secuestrando y asesinando a agentes de la cadena productiva; y también daño “colateral” es la vulnerabilidad de los ciudadanos que denuncian el lado oscuro, ecocida, del negocio aguacatero.
Ojalá celebraran asumiendo el compromiso de aplicar la certificación ambiental y de cero violencia en la producción aguacatera. Gran parte del daño “colateral” se evitaría. Muchas hectáreas de bosque, cuerpos de agua y vidas quedarían a salvo.
¡Que el hecho ominoso que hoy narramos no sea la crónica anunciada de una tragedia fatal! ¡el gobierno tiene la palabra y la responsabilidad!