Caída del precio de la resina, duro golpe a los bosques

Foto: Celia Dominguez, unsplash.com

Comienza mal el 2020 para quienes tienen sus ingresos de la resina de los bosques de pino. El precio del kilo ha pasado de $ 19.50 en julio a $ 17.00 a finales del pasado año, y en enero a 14.30, es decir,  ha caído más del 26 % en tan sólo seis meses. El antecedente más cercano de una crisis semejante ocurrió hace treinta años cuando los precios de  esta materia prima cayeron a niveles extremos ocasionando que esta actividad dejara de ser atractiva para los dueños de los bosques.

Es un mal comienzo para los bosques y el medio ambiente porque la resinación es una actividad productiva, tal vez la única, que ha venido frenando la tala y el cambio de uso de suelo. El horizonte económico del cultivo del aguacate y frutillas ha alentado a los dueños de los bosques a vender sus predios a huerteros inmobiliarios o a proceder por mano propia a tumbar ilegalmente y a vender la madera para establecer cultivos y asegurarse los ingresos vitales.

Más de un millón doscientas mil hectáreas de bosques se han perdido en Michoacán en el último cuarto de siglo, así lo reconocen las propias autoridades en materia ambiental. En sus datos aparece también como tendencia imparable un rango porcentual constante de pérdida anual de bosques de pino y de encino. No obstante que este fenómeno está en el centro de la crisis ambiental, las políticas gubernamentales no han derivado en alternativas productivas que frenen semejante desmantelamiento de la cubierta vegetal. El pago de servicios ambientales o por cuidado de bosques ha sido insuficiente y muy restringido para asegurar ingresos dignos para los poseedores de predios boscosos.

La única actividad que contenía el acoso de los huerteros y los talamontes ilegales, además del propio interés económico de los propietarios de bosques, era la resinación y el precio, más o menos atractivo, que se pagaba por kilo. Este fue durante poco menos de 30 años el blindaje que contuvo, hasta cierto punto, la carrera alocada e insensata de la expansión del oro verde y la proliferación, no siempre legal y no siempre justificada, de aserraderos y molinos de madera.

El catastrófico derrumbe del precio de la resina, derivado de la práctica monopólica de Pino S.A., diluirá en pocos meses el blindaje que se había observado sobre los bosque de pino y encino y será factor también para aniquilar el precio de la hectárea de terrenos boscosos, una condición que los huerteros inmobiliarios esperan con entusiasmo para comprar, arrasar y plantar aguacate o frutilla. Los tiempos que corren les serán favorables pues la aplicación de las leyes ambientales se han relajado por el desmantelamiento de las instituciones.

Michoacán, según datos disponibles de 2018, produce el 94% de la resina de todo el país. Esta materia prima tiene un amplísimo uso en la industria: llantas, plásticos, farmacéutica, adhesivos, chicle, barnices, tintas, pinturas y hasta cosméticos. Industria que por cierto está en crecimiento y demanda grandes cantidades de los derivados de la resina vegetal. Su calidad es buena y no ha sido suplida por la china que ha desplomado su producción, tampoco puede ser suplida en muchos usos por la resina de procedencia mineral. En el mercado no aparecen deprimidos los valores de materias primas en las que se inserta la resina vegetal, razón por la que no se comprende la decisión de Pino S.A. para tumbar el precio y con ello generar el daño que ya se prevé.

Conforme a algunos productores lo que viene en lo inmediato es la convocatoria a una huelga de entregas a Pino SA con la finalidad de negociar el precio. Después de todo, dicen, resulta absolutamente improductivo dedicar tanto trabajo a una actividad que no les va a dejar beneficio alguno, pero que a la empresa le permitirá incrementar sus ganancias toda vez que el mercado del producto se mueve con dinamismo.

El equilibrio sensato entre persona, economía y medio ambiente debe estar sustentado en ingresos dignos de los dueño del bosque, en sustentabilidad económica y preservación de la biodiversidad. Si se rompe este equilibrio como es inminente por el bajo precio de la resina, se abrirán la puertas a los riesgos ambientales más temidos: la tala ilegal y la venta de predios a huerteros para hacer cambio de uso de suelo.

La caída del precio y sus consecuencias, como se podrá advertir, encierra una enorme contradicción. La resina michoacana, ese 94 % del total producido en el país, está determinado por la cantidad y calidad de bosques aún en pie, a pesar de los ecocidas y la muy escasa preocupación gubernamental, y seguirá siendo demandada por el mercado, sin embargo, el bajo costo orillará a que el ritmo de deforestación se acentúe y los bosques disminuyan. ¿De dónde saldrá pues la resina que tanto busca el mercado que la demanda? ¿Si Pino S.A. ha pensado en el futuro debería considerar que ha decidido, entonces, darse un balazo en el pie.

Ante estos hechos, que ponen en riesgo los escasos bosques michoacanos, las instituciones gubernamentales de todos los niveles deberían tomar cartas en el asunto, buscando alternativas de mercado y productivas para los resineros y dueños de bosques diseñando de manera extraordinaria estrategias que les den certeza a sus ingresos y protección del medio ambiente.

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