Ucareo, un rincón de Zinapécuaro, Michoacán, se enorgullece de sus paisajes, su historia y sus frutos, pero también, de las vidas extraordinarias que enraízan en su tierra. Una de esas historias es la de don Héctor Cruz Soto, un hombre cuya trayectoria lo llevó desde las tranquilas calles de Ucareo hasta los corredores del Vaticano, para finalmente regresar y dar su último suspiro en su amado pueblo.

La vida de don Héctor estuvo marcada por un amor que, tras años de separación, encontró su camino de vuelta. Conoció a Salud Durán en la escuela primaria. La vida los llevó por distintos rumbos, pero el destino tenía otros planes. Ya mayores y con Salud soltera, don Héctor regresó por ella, y se casaron.

Don Héctor, conocido como “Tero”, un hombre de modales exquisitos y gran educación, dedicó gran parte de su vida a un servicio singular: fue chofer de la Nunciatura en Suecia, Argentina y el Vaticano. Su labor lo llevó hasta Roma; en la etapa final de su carrera, en Argentina sirvió al nuncio apostólico. Fue en tierras argentinas donde recibió el visto bueno para gestionar su jubilación, un paso que lo traería de regreso a Ucareo.
Con la jubilación, don Héctor y Salud se establecieron en Los Solares, en Ucareo. Tenían grandes planes, entre ellos el de iniciar una destilería con inversionistas de Dinamarca para aprovechar la riqueza frutícola de la región: peras, manzanas, ciruelas, tejocotes y membrillos. Sin embargo, el tiempo, a veces caprichoso, no le alcanzó para ver su sueño materializado.





La partida de don Héctor fue tan singular como su vida. Falleció hace tres años, en Viernes Santo, el 2 de abril, una fecha que coincidió con el cumpleaños del Papa Juan Pablo II. Su muerte fue súbita, un infarto fulminante mientras compartía una comida familiar, sentado a la mesa con sus seres queridos.
La noticia de su deceso conmovió a muchos. Su funeral fue un reflejo de la vida que llevó, con la asistencia de personalidades importantes del Vaticano que viajaron hasta Ucareo para dar el pésame. Posteriormente, religiosas de Argentina y África también visitaron el pueblo, quedando fascinadas por las huertas, los licores y las conservas de Ucareo, prometiendo regresar.

Los restos de Héctor Cruz Soto descansan hoy en el panteón de Ucareo, su última morada. Su historia es un testimonio de una vida vivida con propósito y un lazo inquebrantable con su tierra natal, un legado que seguramente se recordará con cariño durante la Feria de Ucareo 2025.















