Para el ama de casa y el consumidor mexicano que compra sus alimentos en tienditas, el súper o el mercado la única realidad que constata día a día es el aumento en el precio de frutas y verduras.
En la primera quincena de febrero, la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) reportó el alza de productos como limón, aguacate, chile y tortilla y su efecto en el precio de la canasta básica, que se disparó en 14.7 por ciento respecto al mismo período de 2021. Es decir, tres veces más que el objetivo del Banco de México (que fue de 4 por ciento) y más del doble que el 7.07 por ciento que se registró en febrero. La ANPEC reportó que una familia mexicana (hasta el mes pasado) necesitaba mil 223 pesos para adquirir 38 productos de la canasta básica, cuando un año antes bastaba con mil 66 pesos. ¿Qué hay detrás de este fenómeno alcista que parece no importarle al gobierno?
La conjunción de tres fenómenos que han impactado negativamente al campo mexicano. Primero, el aumento de los fertilizantes, que hasta antes de la invasión de Rusia a Ucrania, subieron en promedio un 80 por ciento el año pasado, según un análisis realizado por el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA). Los fertilizantes representan el 30 por ciento de los costos de la producción de cultivos.
Segundo, la dependencia de México del mercado exterior. El país importa más del 60 por ciento de los fertilizantes y ni para cuándo tendremos la capacidad para ser autosuficientes en la materia.
Tercero, el impacto de la invasión de Rusia a Ucrania. La mitad de las importaciones mexicanas provienen de Rusia y el gobierno de Putin ya advirtió suspender indefinidamente sus exportaciones de este producto clave y, aunque quisiera venderlo, resulta que las sanciones impuestas por occidente bloquean las operaciones financieras con ese país. La escasez de este producto básico continuará los próximos meses.
El gobierno anunció hace unos días que repartirá 352 mil toneladas de fertilizantes y para dar una idea de lo limitado de esta acción, baste decir que la cantidad a repartir alcanzaría solo para un millón y medio de hectáreas y el país cultiva alrededor de 26 millones.
La menor oferta de fertilizantes en el mercado desencadena un efecto en cadena: menor superficie cultivable para este período primavera-verano y, con ello, menor producción agrícola, por lo tanto, mayor importación de alimentos (granos básicos, frutas y verduras) a precios más elevados.
Es cuestión de tiempo que el gobierno resienta el impacto político de la situación en el campo, sobre todo para un Presidente que asocia el precio de productos básicos como indicador de su defensa de lo que llama la “economía popular”, que, como toda economía, está sujeta, quiera o no, a los factores que regulan el mercado y externalidades fuera de su control.