Por décadas, lo mexicano fue visto como sinónimo de menor calidad, como opción secundaria o como algo que debía mejorarse para ser competitivo. Hoy, esa visión ha caducado. Es momento de reescribir el valor de lo hecho en casa, con una nueva narrativa económica, productiva y cultural. Y eso es, precisamente, lo que representa la iniciativa Hecho en México: una reingeniería del pensamiento nacional.
No estamos frente a una simple campaña publicitaria. Estamos hablando de un rediseño profundo de cómo entendemos nuestra economía, de cómo nos vinculamos con nuestros productos, nuestras capacidades y nuestro talento. Apostar por lo Hecho en México es reconocer que aquí existe lo necesario para producir, transformar e innovar con identidad propia.
En el caso de Michoacán, esto cobra una relevancia estratégica. Nuestro estado es potencia agrícola, cultural y artesanal. Pero esa potencia ha sido explotada, muchas veces, desde la lógica de lo básico: exportar fruta en bruto, vender insumos sin valor agregado, entregar nuestra riqueza a través de cadenas largas de intermediación donde el productor gana poco y el consumidor paga mucho. Eso debe cambiar.
Necesitamos generar derivados del campo, transformar el aguacate en aceite, en productos de cuidado personal, en alimentos procesados. Necesitamos industrializar las berries, el mango, el limón, el mezcal. Pero no hacerlo en otros estados, ni en otros países. Hacerlo aquí. En Michoacán. Con el talento técnico y profesional de nuestra gente. Porque cuando el valor se queda en casa, se multiplica la riqueza, se fortalece el empleo y se crea una economía territorial sostenible.
Debemos también complejizar nuestras cadenas de producción. Integrar procesos industriales, tecnológicos, logísticos y de comercialización en una misma región. Eso nos vuelve más competitivos y nos da soberanía económica. Y al hacerlo, debemos reducir intermediarios, para que la plusvalía de nuestros productos beneficie directamente a las y los productores michoacanos, a los emprendedores y a las familias que sostienen el campo y la economía local.
Hecho en México debe ser, en el fondo, una política de Estado con rostro local. Una afirmación de que lo nuestro vale, compite y transforma. Que podemos producir no solo para abastecer, sino para liderar. Para exportar calidad, identidad y talento.
Hoy, más que nunca, necesitamos creer en lo que somos capaces de hacer. Con estrategia, con visión de largo plazo y con justicia económica. Eso es lo que desde la Secretaría de Economía estamos impulsando en Michoacán. Y eso es lo que las y los michoacanos merecen: una economía que trabaje para su gente y que se construya con orgullo desde su tierra.

