El lunes 9 de enero inicia en la Ciudad de México la Cumbre de los tres Líderes de América del Norte. El encuentro de los mandatarios de Canadá, Estados Unidos y México abordará asuntos de relevancia para hacer frente a realidades globales que trascienden sus esferas nacionales.
Serán tema de análisis y acuerdo las cuestiones de la diversidad, equidad e inclusión; el cambio climático y medio ambiente; competitividad frente al resto del mundo; migración y desarrollo; y, salud y seguridad pública.
Los puntos que se revisarán forman parte de los problemas contemporáneos que encaran la mayor parte de los países del mundo. Algunos son tan globales que su abordaje apenas podrá representar la oportunidad de convenir acciones regionales que apunten hacia soluciones planetarias.
Uno de esos puntos es el del cambio climático y el medio ambiente. La gravedad del deterioro ambiental de nuestro planeta y de nuestra región es tal que los discursos ideológicos que la subestiman resultan ridículos frente a los hechos.
El incremento de la temperatura no es una narrativa de ciencia apocalíptica es un evento que viene alterando el comportamiento del clima en todos los continentes generando crecientes olas migratorias, afectando la producción alimentaria, poniendo en riesgo la seguridad de las personas y vulnerando la salud de los pueblos.
Algunos gobiernos del mundo han dilapidado su tiempo descalificando esta realidad señalándola como un conjunto de fenómenos transitorios que terminarán esfumándose ante la prevalencia de una normalidad climática pasada. La testarudez negacionista ha orillado a la humanidad a los bordes de una crisis civilizatoria catastrófica.
Cumbres van y cumbres vienen y su espíritu sigue dominado por el pragmatismo de un modelo económico que por sus consecuencias ambientales hace muchos años ha demostrado su fracaso. A pesar de los informes sobre la gravedad del problema climático los gobiernos se han caracterizado por estirar al extremo los tiempos y posponer las soluciones de fondo. Hasta ahora solo han aplicado alternativas parciales, leves, superficiales, que como se puede verificar no han modificado en casi nada la ruta destructiva que se ha seguido.
Por su desarrollo económico, por la magnitud de su mercado, los países que conforman América del Norte tienen una enorme relevancia en la cuota que se aporta al calentamiento global, a la destrucción de bosques y selvas y al mal manejo de las aguas. Modificar los paradigmas de producción y de consumo son impostergables para lograr que las economías que convergen en el T-MEC, el mercado más grande del continente americano, aporten al mundo prácticas sostenibles con beneficio ecológico.
Hasta dónde alcanzará la visión y el compromiso de los mandatarios de Canadá, México y Estados Unidos, para firmar compromisos que privilegien la sostenibilidad, la protección de la naturaleza que aún queda y el derecho de las personas a un medio ambiente sano, se sabrá en los próximos días.
Cada una de estas naciones cuentan en su economía con zonas críticas: el uso creciente de combustibles fósiles, la expansión de la minería a cielo abierto, el consumo desbordado de productos que rompen con el equilibrio ambiental, la devastación de bosques y selvas, la pérdida de biodiversidad como consecuencia de la actividad productiva, el uso de químicos de alto impacto ambiental, el descontrol sobre productos inorgánicos de un solo uso, la precariedad de políticas ambientales incapaces, ya no de revertir, sino tan siquiera de mitigar los daños ambientales.
La mesa de trabajo que la Cumbre instale sobre la cuestión ambiental tendrá que establecer convenios sobre estos temas y una ruta específica para su cumplimiento, que deberá ser congruente con los acuerdos ambientales establecidos por las tres economías en el capítulo 24 del TMEC. Al menos eso se esperaría.
Si la Cumbre trabaja en coherencia con el contenido ya signado en este capítulo en torno a que “las Partes reconocen la importancia de la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica, así como los servicios ecosistémicos que proporciona, y su papel clave en el logro del desarrollo sostenible… Por consiguiente, cada Parte promoverá y fomentará la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica, de conformidad con su ordenamiento jurídico o política”, se habrá dado un paso valioso. Sobre todo, si hay voluntad para realizar acciones.
Pero existe el riesgo de que la Cumbre termine claudicando, como ha ocurrido con eventos globales semejantes, a la poderosa rutina de una economía configurada de origen para el ecocidio. En todo caso, los resultados hablarán y con acciones demostrarán.
La agenda ambiental de la Cumbre, sin embargo, ayudará a visibilizar la agenda mexicana por el medio ambiente, una agenda que se ha perdido en un mar de barroquismos ideológicos que ha dejado como consecuencias el abandono de los compromisos ambientales por parte del Estado mexicano y un terreno vacío que favorece las prácticas económicas ecocidas.