Ni el paso de los siglos ni un aguacero inesperado lograron apagar el fervor que envuelve a Chucándiro, Michoacán, durante su fiesta más emblemática y sentida: la celebración de la Inmaculada Concepción, cariñosamente conocida por sus pobladores como la “Virgen Huananchita” o “Niña Bonita” en lengua purépecha.
Cada 7 y 8 de diciembre, esta comunidad se transforma en el corazón de una tradición que se remonta a la época de Don Vasco de Quiroga.
La devoción a la “Huananchita” —cuya imagen reside en la capilla del antiguo hospital fundado por Tata Vasco, y que ha sido rescatada y restaurada con el apoyo del párroco y los lugareños— es un poderoso hilo conductor que une a generaciones de chucandirenses, incluyendo a los paisanos que retornan anualmente para estas fechas de júbilo.



La fiesta es una explosión de fe y tradición popular. Los festejos inician desde días antes, cuando la venerada imagen peregrina visita casas y comunidades cercanas, como Tahuácaro, para luego retornar en una multitudinaria procesión. Los fieles, con veladora en mano, acompañan su trayecto por las calles del pueblo para depositarla de nuevo en su capilla.
La celebración, que en antaño se engalanaba con poesías, cantos, sainetes y obras de teatro de origen indígena, hoy mantiene vivas sus raíces a través de un vibrante repertorio dancístico:La Danza de las Apachas: Una de las expresiones más coloridas y tradicionales. Y las Mojigangas.


Los Viejos de la Pascua, personajes llenos de alegría que danzan con fe, incluso si la lluvia se presenta, como ocurrió en esta edición, demostrando que nada detiene el espíritu festivo.
La culminación de la jornada religiosa se da con la solemne misa del 8 de diciembre y una verbena popular que incluye serenata-baile, romería de puestos y la espectacular quema de un castillo de pirotecnia en el corazón de Chucándiro, cerrando con luz y estruendo estos días de intensa devoción.
Como ya es costumbre, el párroco Alfredo Gallegos Lara, conocido popularmente como el “Padre Pistolas”, fue el encargado de dar la bienvenida a los fieles en el templo.
Su figura, que genera tanto cariño por su trabajo comunitario (incluida la restauración del templo), como polémica por su peculiar estilo y prédicas, es central en la organización de esta fiesta.
El sacerdote ofició la misa solemne y encabezó los días de júbilo que, además del fervor mariano, son un momento de reencuentro y unión para toda la comunidad, que le tiene una profunda fe a la “Huananchita”, a quien se le realizan peticiones y mandas, colgando imágenes de los favorecidos en su capilla en señal de gratitud.














