La lluvia por decreto

La Secretaría de la Defensa Nacional se hará cargo de “bombardear” las nubes que viajan sobre los embalses del sistema Cutzamala para que llueva y tenga agua la Ciudad de México. Así lo ha declarado el presidente de la república para atender la alerta, muy delicada, por cierto, de que la sequía golpeará de manera terrible a la capital del país.

El año pasado se procedió de la misma manera en las sierras de Nuevo León para precipitar la lluvia que ocupaba el sistema de abasto de aquella región. Luego de esfuerzos desesperados el “bombardeo” con yoduro de plata logró algunas precipitaciones que amortiguaron la gravedad de la escasez.

El sistema Cutzamala está compuesto por embalses ubicados algunos en la región orienten de Michoacán como la presa de Tuxpan y el Bosque. Este sistema aporta el 26 % del agua que se consume en el Valle de México en donde se ubica la gran metrópoli. Sin embargo, hasta mediados de marzo el sistema ya sólo disponía del 48.5 % de su capacidad de almacenamiento, un cantidad crítica frente al consumo previsto para los meses restantes del período seco.

Que se haya pensado en “bombardear” las nubes para obtener el agua que falta en la gran urbe significa reconocer la gravedad de un problema que ha sido desdeñado por la política pública de los gobiernos en materia de agua. Pero también es el retrato de la desesperación y del inmediatismo.

El pasado 22 de marzo fue el día mundial del agua y el 21 fue el día internacional de los bosques. Ambos factores ambientales son determinantes para sostener la vida de las especies, entre ellas la nuestra. Las fechas, no obstante, solo merecieron algunos mensajes propagandísticos sobre la crisis en que se debaten.

Por la gravedad que representa la pérdida imparable de bosques y la modificación climática que tiene como consecuencia la sequía, se esperaba una valoración crítica de las políticas gubernamentales relacionadas con el agua y los bosques.

Debía esperarse una reconsideración profunda de las políticas hasta ahora puestas en práctica y que han demostrado su fracaso. Desafortunadamente no ocurrió a pesar de que el gobierno se ve obligado a tomar una medida que puede resultar ineficiente y muy costosa y que a la vez omite en su decisión los factores medio ambientales que son el origen del problema.

Padecemos algo así como de esquizofrenia ambiental, una disociación entre realidad y deseo. En nuestro afán productivista arrasamos con bosques, manantiales y ecosistemas, y ante los desequilibrios que a nuestro paso vamos provocando los queremos resolver con tecnología.

Afectamos el ciclo climático con el cambio de uso de suelo y decidimos “bombardear” las nubes para hacerlas llover; cae granizo, que es un fenómeno natural, y lo inhibimos con cañones antigranizo y cohetones de diseño; destruimos las zonas de infiltración hídrica y de manantiales y construimos hoyas y represas para captar agua que se ha ido.

Las opciones tecnológicas, como el “bombardeo” de nubes, son inmediatistas y no resuelven las causas de fondo. Si en 30 años se ha arrasado con más de la mitad de los bosques michoacanos no esperemos que los patrones climáticos sigan intactos.

Si buscamos revertir la sequía en el largo plazo necesitamos parar ahora el cambio de uso de suelo y la tala ilegal que son factores determinantes para la regularidad del ciclo hidrológico.

¿No se habrán dado cuenta que sin bosques difícilmente habrá nubes que “bombardear”? Los bosques del oriente michoacano en donde está el sistema Cutzamala se han reducido dramáticamente en los últimos años. Por qué entonces no diseñar políticas dirigidas a atender esa realidad.

¿La sequía que esté año afecta a nuestro estado será resuelta con un “bombardeo” de nubes en toda la entidad? ¿O solo se hará con el sistema Cutzamala para no quedar mal con los electores del Valle de México?

Urge políticas ambientales nacionales que vayan al fondo de la crisis climática, más allá de técnicas efectistas de dudosa eficiencia, que pueden acarrear impactos ambientales impredecibles.

Es tiempo de voltear a ver y reconocer el daño que le estamos ocasionando a los ecosistemas del país con nuestro desarrollismo no sustentable y tomar medidas en ese nivel de la realidad. El delirio tecnicista no va con la naturaleza.