―Si se fija bien, esta tierra es puro topure. Va a ver cómo este predio lo convierten en huerta. El topure es la mejor tierra para el aguacate.
Aún humeaba la tierra, las jaras y los madroños lucían calcinados; la lumbre había quemado la tecata de los pinos y sus troncos deshidratados daban cuenta de que no sobrevivirían.
El incendió de este bosque de 7 hectáreas se realizó cuando comenzaba el mes de mayo de 2022. Los brigadistas tuvieron que acudir en tres ocasiones para sofocar el fuego. Los incendiarios nada más esperaban un par de horas para iniciar otra vez la lumbre.
En junio la Fiscalía Ambiental aseguró el predio. Antes de que terminara el año recibí una llamada.
―Oiga, están talando los árboles quemados y están sacando la madera. Lo están haciendo por la noche y la madera sale rumbo a Villa Madero.
― ¿Y los sellos de clausura? ― pregunté.
―Qué cree ―se echó a reír― Pues no sirven para nada, solo están pegados en el falsete por donde entran y salen. Para eso sirve la ley. Me contestó.
A principios de este año, varios de los que transitan por ese camino me hicieron saber que ya de plano, con maquinaria pesada, estaban extrayendo los troncos de pino y encino con todo y raíz. Y luego me confirmaron con fotografías que las 7 hectáreas estaban siendo niveladas y rastrilladas.
Hace un par de semanas recibí otra llamada.
―Venga a ver. Se acuerda que un día le dije que esta tierra topure era la mejor para el aguacate y que esta quemazón la hicieron para plantar otra huerta, pues no me equivoqué, ya están colocando las estacas para meterle aguacate.
Mostré mi asombro ante la rapidez con que habían hecho el proceso de cambio de uso de suelo. Menos de un año habían ocupado para llegar hasta la plantación de huerta cuando en otros predios con delitos semejantes han tardado no menos de 3 años.
― ¿Oiga, y que razón me da de la ley? ¿Cree que se recupere ese bosque? ― preguntaron.
Me quedé mudo, compartiendo el sentimiento de impotencia con quien estaba del otro lado de la línea.
Este día 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. Ojalá que hubiera mucho que celebrar. Pero acá, en la sierra de Madero, en donde la expansión ilegal de la mancha aguacatera avanza a paso veloz, hay poco que celebrar, más que el esfuerzo denodado y arriesgado de los pobladores ambientalistas que siguen alzando la voz para proteger lo que nos queda de bosques y aguas.
De las más de tres decenas de predios denunciados en esta zona, en los últimos 7 años, por cambio de uso de suelo, que implican alrededor de 500 hectáreas, en ninguno de los casos se ha logrado mediante la ley la recuperación de los bosques arrasados. Las denuncias han logrado, solo en algunos casos, que el proceso de cambio de uso de suelo se haga con lentitud.
Pero llama la atención la rapidez con que en este predio denominado la Pizarreña, del cual nadie quiere dar referencias del dueño, se haya logrado el cambio de uso de suelo en menos de un año, y que las instancias de ley hayan sido burladas de manera tan escandalosa.
Mientras las leyes y las instituciones ambientales no tengan procesos expeditos, dientes y manos vigorosas y un código de ética consistente, las políticas ambientales jamás podrán detener la crisis ambiental que ya ha tomado bastante vuelo en Michoacán.
De qué sirve que en el Código Penal se indique ―de acuerdo con las nuevas reformas― que la sanción por talar ilegalmente puede alcanzar hasta 15 años de prisión, si en los hechos se puede incluso extraer hasta los troncos de los árboles sin que haya ninguna consecuencia.
El gobierno mexicano en todas sus instituciones debe reconsiderar su actitud frente a la ley. Si el imperativo más fuerte de un gobierno no es la ley entonces se abren la puertas a la anarquía y a la ley de la selva en donde quienes más poder económico y de fuego tienen son quienes deciden todo y los que más padecen son los que menos tienen.
En materia ambiental continuar con imperativos débiles en materia legal es permitir la degradación medio ambiental y atentar contra el derecho humano a un medio ambiente saludable de los michoacanos.
El hacer cumplir la ley debería ser el imperativo mayor para contener y revertir el caudal de ilegalidades ambientales, como en la Pizarreña.
Tal vez, en el futuro reciba otra llamada.
― ¡Oiga, ya están sacando la primera cosecha de aguacate, venga para que vea! ¿Qué razón me da de la ley?