El antiguo pueblo minero de Real de Otzumatlán, que tuvo su auge durante la época Colonial con la extracción de plata, va camino a convertirse en un destino ecoturístico, pero antes los habitantes de la comunidad esperan apoyo estatal y federal para restaurar las ruinas de la estructura de piedra, su emblemático chacuaco y la iglesia de San Agustín que fue consagrada en 1732 al Señor del Perdón.
La posibilidad de que la mina tenga una nueva época para extracción de los minerales que resguarda en su interior esta zona de Queréndaro está latente, con la aceptación de los propios habitantes de la comunidad, pero aún no es un hecho, así que se enfocan ahora en la restauración de esta belleza arqueológica colonial que resiste al tiempo en un pueblo con orígenes en 1550.
A sólo doce kilómetros de la cabecera municipal de Queréndaro, en la parte alta, pasando Río de Parras y rumbo a San José de la Cumbre, se localiza la antigua comunidad minera Real de Otzumatlán, asentada al lado del río del mismo nombre, el mismo que en una época inundó el pueblo y afectó la mina, y que ahora sobrevive al paso del tiempo.
Otra de las fortalezas turísticas con que cuenta Real de Otzumatlán es su vocación mezcalera, con origen también en la época de la mina y que ahora se preserva en la vinata que produce el Mezcal Real, uno de los mejores y que se promovía hasta hace unos años a través de la Ruta del Mezcal a la que pertenecen también los artesanos productores del vecino Río de Parras.
Cuentan las leyendas que durante la Colonia, la misma Santa Inquisición llegó a esta apartada comunidad, donde una rica veta de oro y plata dio origen a esta localidad en la que habitan no más de 150 personas y que cuenta con un preescolar establecido en la misma zona del casco de la vieja mina, y con la Escuela Primaria Rural “Miguel Hidalgo”, por un costado de la plazuela de la comunidad y muy cerca de la Iglesia de San Agustín, a la que durante el siglo pasado se le reconstruyó la cúpula y, hace unos años, se restauraron dos de los frescos que aún conserva en una habitación cercana a la entrada, eso sí, ahora resguardados bajo llave.
De acuerdo con relatos de los propios lugareños, la producción de plata en Real de Otzumatlán fue tan importante como la que se registraba en las minas de Angangueo y Tlalpujahua.
El bisabuelo de don Salomón Parra Calderón –hoy de 80 años de edad- trabajó todavía en la época de esplendor de la mina que en el siglo XVIII dejó de explotarse por sus concesionarios de origen español, inglés y francés, pero retomó actividades el siglo pasado para después volver a interrumpir la extracción de material, supuestamente por desacuerdos entre sus propietarios.
“El túnel de la mina tiene 456 metros hasta donde cortaron la veta del otro lado del cerro, que es una veta muy ancha y empezaron a bajar y se dieron cuenta que es una veta muy rica, por lo que se hizo este túnel que permitió la mejor explotación y es en la época en que aquí pusieron la fundición, de eso queda el chacuaco”, explica don Salomón Parra.
“La historia que yo tengo, de mi padre y bisabuelo dice que había muchos ‘clavos’ ricos con plata y oro, que era lo que más buscaban en esa época, pero también tiene plomo, cobre y zinc, pero se dejó de explotar por el agua y la inundación”.
Ahora, el túnel está inundado y su interior, lleno de murciélagos, como un llamado a la precaución de los visitantes, pero también un atractivo más para los aventureros que sin duda tendrán una experiencia inolvidable en esta zona serrana, adornada con algunas cascadas, aves y las aguas cristalinas del río.
Mientras esperan nueva reactivación de la mina, los pobladores se enfocan en la restauración de su joya colonial, explica Daniel García, secretario de la tenencia, quien ahora sí ve respaldo del gobierno de Chava Camacho, a quien se acercaron y les hizo realidad la pavimentación de la calle principal con piedra ahogada.
“A muchas autoridades municipales anteriores les habíamos pedido su apoyo, no sólo para la pavimentación de la calle, sino para la restauración de las ruinas de la mina. Los presidentes mandaban a alguien sólo para taparnos la boca, pero no nos ayudaban y eso mismo sucedió con la carretera que allí está sin terminar, a pesar de que hasta fuimos a tomar el edificio de la presidencia algunas veces”.
“En alguna ocasión hasta vino un secretario de turismo estatal, me dio su número de teléfono, pero a su número jamás se le pudo contactar. Prometió ayudarme a restaurar las pinturas que tiene el templo y con su rehabilitación, pero jamás respondió”, detalló.
Una gran riqueza arqueológica, paisajes inolvidables y un rico mezcal de la vinata -con un poco de ayuda oficial-, están en camino a convertir a Real de Otzumatlán en un destino ecoturístico importante de Michoacán, labor en la que está empeñada una comunidad que sabe la riqueza -literalmente- que esconde su pueblo.