A siete meses de su llegada a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador está delineando el perfil de su gobierno, en el cual ya se observan los principios básicos: austeridad en el gasto público, donde no caben ni lujos ni dispendios, que se venían dando ostentosamente en gobiernos anteriores, dando por resultado un gobierno rico pero con un pueblo pobre. Con esa línea de venía trabajando durante los gobiernos del PRI y PAN, ocultando la pobreza que viven 50 millones de mexicanos.
Eran gobiernos de lujo con flotillas de aviones y helicópteros, vehículos de primera y sueldos de hasta 600 mil pesos mensuales. Ahora, ningún funcionario puede ganar más que el Presidente que tiene un salario de 108 mil pesos mensuales.
Todo lo que significaba lujo y dispendio ahora se vende o desaparece, lo cual beneficia al pueblo, por lo que antes se gastaba para sostener esta suntuosidad, hoy se aplican esos dineros a programas de beneficio para la sociedad. Es así que existen programas de apoyo a los jóvenes, adultos mayores, becas para los primeros y pensiones para los segundos, incluyendo a madres solteras y personas con capacidades diferentes.
En cuanto a los trabajadores el incremento anual al salario, que no pasada del 2 o 3 por ciento, ahora fue del 16%, cuatro veces más, algo que nunca quisieron hacer gobierno y empresarios, porque según ellos representaría una inflación consecuentemente. Nada de eso ha ocurrido, de modo que el beneficio para los trabajadores fue real y oportuno.
En otro orden habrá mayor número de escuelas en el país y se apoyará a las Normales para maestros que se veían amenazadas por desaparecer; en cuanto a educación básica y media todo este rubro se fortalecerá; y en cuanto a la educación superior esta se beneficiará con un mayor número de instituciones y ya se anuncia la construcción de 100 nuevas universidades. Hay beneficios para todos en este rubro que apenas comienza.
Además, algo muy significativo, no hay ningún hecho como el de la llamada “Casa Blanca” que marcó el sexenio de Peña Nieto ni nada que señale un acto de corrupción de parte del nuevo Gobierno. De eso todos podemos estar seguros pues justamente la corrupción ahora será delito grave y nadie podrá decir que el Presidente en algún momento de su carrera política y administrativa haya estado involucrado en algún acto de corrupción.
Con López Obrador por fin tiene México un Gobierno libre de corrupción, austero y honrado a toda prueba.
No era fácil llegar y cambiar todo de la noche a la mañana, sin embargo, ya se están sentando las bases para lograr el cambio que es fundamental para este gobierno. Por algo tenía que comenzar.