Cuando dejó su tierra Hugo nunca pensó que la fortuna le sonreiría. Como a muchos la pobreza lo llevó a cruzar la frontera en busca del sueño americano, apenas terminada la secundaria.
Oriundo de la comunidad de Las Palmas, Hugo Ayala Camarena, sigue regresando cada año a Indaparapeo para mantener vivas las raíces, aunque reconoce que sus hijos cada vez vienen menos.
Siendo once de familia y frente a las carencias, Hugo cruzó brincando el cerro por Tijuana, con la ayuda de un primo y un coyote, que en ese entonces le cobró 500 dólares.
A Hugo lo favoreció la reforma migratoria de 1986, que dispuso la legalización de casi tres millones de residentes sin estatus legal en Estados Unidos. “Tuve suerte; a los dos años de haber pisado suelo americano ya era residente”.
Tras laborar 25 años para una empresa, hace un par de años se independizó y con un sobrino estableció su propia empresa para la instalación subterránea del cableado de fibra óptica que se usa para el servicio de internet.
“Los que no han pisado allá la creen que es fácil, pero la verdad que no, es mucho el sacrificio por las horas de trabajo y sufriendo hambres, aunque se gana bien.
Residente en Elgin, ciudad ubicada en el condado de Kane, en el estado Illinois, Hugo Anaya no duda en regresar a vivir sus últimos días en Indaparapeo y dejar atras el frío estadounidense.
“Aquí hay libertad y por eso trato de regresar dos o tres veces al año, pero estas son las fechas que más disfruto por las fiestas patronales en honor a Nuestra Señora La Virgen de La Paz. El pueblo es como una familia… así nos enseñaron”.