Candil de la calle, oscuridad de su casa

Seguramente has estado en muchos lugares de México en donde productos que no son elaborados en el territorio son muy exitosos en su consumo, y por lo tanto redituables en sus ventas, así las grandes trasnacionales que hacen sus propios estudios de mercado a más de contar con datos como las horas que pasamos frente al televisor, usando el teléfono, las redes sociales e incluso los sabores que más nos gustan de alguna manera logran tenernos cautivos, además de las grandes campañas con las que por todos lados nos hacen saber que debemos consumirles.

De estas cosas los únicos que permitimos ser o no presa somos nosotros mismos, pues el libre albedrio nos debiera permitir considerar comprar, adquirir y usar todo aquello que es de necesidad y no volvernos depósitos y compradores compulsivos además de aquello que no ocupamos, también de eso que puede causar adicción, conductas violentas y hasta enfermedades terminales.

El libre comercio permite y en gran medida es el hecho de que en este momento para escribir estas líneas use un equipo de cómputo cuya pantalla fuera elaborada en un país, y que para su funcionamiento la parte interna este integrada por unidades hechas en algunos de los continentes del mundo.

La mundialización o la globalización es eso hacer las transacciones dígase compras y ventas y trasiegos de mercancías entre las naciones con altos o bajos costos de aranceles y es algo que también favorece el desarrollo económico pues crea empleos al poder establecerse tal o cual gran empresa en una población, aunque estos emporios comerciales acaben o disminuyan a lo más mínimo los pequeños negocios locales.

Las tienditas, los artesanos, o los productores agrícolas directos por ejemplo, son los que más sufren los estragos que dejan las grandes empresas que tienen el caudal económico para anunciarse no una sino varias veces en televisión o en estos espectaculares que se encuentran a bordo de las grandes autopistas y carreteras, no se compite de igual a igual porque la desigualdad radica en gran parte en la falta de capacitación para poder saber del posicionamiento de una marca o de estudios y recetas para tecnificar y hacer que mientras un ave criada en el campo lleve su tiempo para lograr la madurez en las grandes granjas en solo días logran tamaños ideales.

Las grandes cadenas comerciales han acabado con los pequeños establecimientos, y engañosamente venden los productos más caros, de ese modo se benefician unos pocos a los que seguimos haciendo más ricos, mientras condenamos a la quiebra o al cierre de las tienditas. Hace falta sentir y expresar mayor empatía hacia los nuestros y volver a permitir que prosperen los pequeños y medianos empresarios, o emprendedores.

Debemos de fortalecer los mercados locales, y aprovechar las grandes ventajas que permiten la crianza de ganado que consumen alimentos sanos y orgánicos, habrá que hacer énfasis en los cultivos de traspatio para que, aunque tengamos que consumir verduras o frutas de tamaño pequeño sepamos que su desarrollo no fue alterado, y no solo dejarnos llevar por los grandes jitomates del mercado, o los productos enlatados que pueden durar hasta años guardados. Las latas que guardan alimentos deben en si servir mayormente en caso de una emergencia en la que los se haya acabado primero sea lo natural, pero lo más importante y que agradecerá el organismo es nutrirlo con aquel fruto de la tierra que con agua del cielo, el viento y el clima nace, crece y madura.

Se debe incentivar desde el gobierno, la inversión, programas económicos o políticas públicas que permita garantizar que quien habrá un negocio pueda sostenerlo, acercando capacitación y contante acompañamiento al que inicia su negocio de tal suerte que nos volvamos una tierra fértil en el emprendedurismo.

Es momento de dejar darle valor a lo que viene de fuera y adquirirlo solo en la necesidad y porque no se puede detener la globalización, debemos prepararnos para ofertar al mundo los mejores productos industriales y agropecuarios, lo que se pude hacer cuidando la tierra evitando la sobre exploración, cuidando los bosques y dejar de envenenar los suelos.

Que el malinchismo no siga siendo un tema, ni en el trato desigual con los que vivimos aquí y los que vienen de allá y que el valor de los productos que son mexicanos se los demos nosotros mismos y sepamos que si consumimos lo que aquí se da apoyamos a los nuestros, pues de lo contrario seguiremos bajo la maldición de la malinche como enfermedad del presente exigiendo que se deje libre a nuestra gente.